El lugar donde podés leer la Biblia dentro de un calefón

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jueves, 30 de octubre de 2014

Instinto maternal



Mi hijo es un asesino.

Y está dentro de mi habitación.

Me hice la dormida cuando lo escuché entrar al comedor desde la habitación del fondo.
Estoy segura que no se va a dar cuenta ya que solía hacer lo mismo hace unos años para espiar al padre, cuando descubrí que en sus celos dementes me olía la ropa a los pies de la cama.

Entró despacio, con una liviandad de pies impropia de su torpeza al moverse.

Tengo los ojos cerrados y respiro acompasadamente, natural. Sé que me está mirando porque no está haciendo ningún sonido.
Entreabro los ojos y lo veo de espaldas a mí, agachado, mirando desde lejos a la mesa del televisor.
¿Qué hace? ¿Por qué no se mueve?
Lleva así de quieto como un minuto o cinco, no tengo idea, pero me está poniendo nerviosa.
Ah. Se paró y se fue.
Escucho la puerta de la habitación de mi hija, al lado de la mía, abriéndose. ¿Qué estará buscando?

No pienso mover un pelo por si vuelve. Sigue sin hacer ningún ruido, esto es muy raro.

Lo oigo alejarse, va para la cocina.

A buscar un cuchillo, para asesinarme ahora que estoy dormida y vulnerable.

Y pensar que cuando era chico no era así conmigo. Me escribía poesías, cartitas, me decía “Mami te amo” y me abrazaba todo el tiempo.
Yo asumo que hemos pasado tiempos difíciles, que ahora que ya es un hombre discutimos mucho.
Pero no merezco morir por ello.

Cría cuervos…

Me estoy levantando de la cama, y saliendo para el baño: desde ahí puedo escucharlo más de cerca, puedo… puedo saber lo que está pensando.
Esta puerta de mierda rechina. Cagué, ahora sabe que estoy acá.

Ay Dios, ¿Por qué no le pedí que aceitara las bisagras? Hoy estaría viv…

Hola, ¿Vas a usar el baño? – disimulá, Viviana, que no se dé cuenta que vos lo sabés todo – No, Gabi, ya salía, dame un beso – el último antes de que me hagas desaparecer.
Quedate si querés, eh, voy a lavarme los dientes nomás – dice, abriendo la puertita derecha del espejo botiquín, sacando después el cepillo de dientes – ¿Dormiste bien? ¿Qué tal estuvo tu día ayer?
Me cuesta mantenerme calmada, sé que esos ojos negros ven más allá de mí. Podría estrellarle la cabeza contra el espejo, pero no lo frenaría  tiene más fuerza que yo y la represalia sería mi ruina.

Bien, trabajé bastante, llegué como a la una y media anoche pero ya dormías. – Él asiente con la cabeza, mientras se le llena la boca de espuma de dentífrico – hoy voy a limpiar la mesada así le saco el olor a pis de gato al nylon del microondas y ya que estoy ayudo un poco a tu hermana a tener la casa en condiciones para el sábado.
Ajam – responde escupiendo el dentífrico, se enjuaga la boca y sigue: - No sé para qué tiene ese microondas al pedo ahí. Es un pisapapeles de fierro que sólo sirve para juntar meo de gato. El de la casa de Luchi tiene cucarachas dentro – me mira –; le dije varias veces que ni bien vea una en el plato, apriete el Start y la funda.
Sonríe y le brillan mucho los ojos, pero el gesto le dura un segundo y dice: - Ah no, las cucarachas sobreviven a la radiación. No le va a pasar nada – y su tono de voz y gesto se vuelven tristes.
¡Está triste porque la cucaracha va a vivir! Está enfermo, ¡ES UN PSICÓPATA! Ay Virgen Desatanudos… ¡Teneme siempre bajo tu manto!

¿Tomás unos mates conmigo? ¿O ya te vas? – le pregunto empezando a ir hacia a la cocina – Falta todavía, me tomo unos verdes con vos y sigo. - Responde en voz alta.

Estoy en la cocina, lo dejé en el baño afeitándose. En la hornalla, el agua está alcanzando el hervor.
Reconozco que es fuerte, sano y su locura lo hace incontenible; por lo que tengo que actuar rápido y no darle tiempo a responder.
El gamexane ya está mezclado con la yerba dentro del mate y por si eso no fuera suficiente, estoy yendo a la cajonera a buscar la cuchilla “Pelusa” como, divertidamente le puso mi hija.

Ya la tengo, es liviana pero firme y sé que está mal lo que voy a hacer, matar a mi primer hijo, quitarle la vida a quien se la di.

Pero no puedo ser irresponsable y mirar hacia otro lado. No puedo, no debo.

No puedo dejar un monstruo así vivo. Sería imperdonable que matara a alguien más.

Mi hijo es un asesino. Estoy segura.

El sonido del agua en la canilla del baño terminó. Viene para acá.







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