Desgarra las vestiduras de la noche y me trae al día de nuevo. Interrumpe escenas de increíble sexo, carreras en ojotas contra un tren, o el vuelo libre por el vasto cielo.
Me llama con voz de padre y yo, obediente, vuelvo.
Banquetes exhuberantes; charlas amenas con personas muertas; el sudar miedo en frentes de guerra sintiendo en algún momento el cálido abrazo del plomo; vivir en estado gaseoso; ser invisible o un hombre lobo; estar sentado en la luna comiendo un helado mirando al universo.
Es Ariadna tirando de la soga a Teseo, quien está atado del cuello.
Volar en aviones de yeso que se vuelven enormes gorriones; gritar verdades a los cuatro vientos mientras quienes las oyen se transforman en bolsas de caramelos; danzar desnudo en medio del fuego; cantar en belga con tritones a seiscientos kilómetros bajo el agua; ganarle en el balero a Muhammad Ali; ser uno de los X-men; sembrar árboles de gomitas.
Es un Caronte chillón que me lleva, por el Estigia, a la vigilia.
Tirado en un colchón de a diez; escuchar a mis amigos desafinando temas de Arjona a todo pulmón; ser el héroe de una epopeya mítica; charlar sobre Mescalito con Don Juan en el desierto; tomar vino del cráneo de un mono; padecer terrores; rememorar viejos amores y hasta a alguno pedirle perdón; tener el pelo largo hasta los pies o de mil colores.
Soy rata hechizada por la flauta, conducida a la realidad cotidiana.
Entonces, despertar a qué, despertar a dónde; si estoy más despierto en mis sueños siendo parte de un Todo que en la vigilia, desnudo y ciego; donde mi voz pesa, férrea, y mis palabras se hunden en el suelo; donde los sentidos se embotan, distraídos, y nos alejan de la auténtica percepción del mundo; donde aplastados por la mochila de los prejuicios no podemos viajar con comodidad y soltura.
Si para esto se está despierto, yo prefiero seguir soñando.
Me llama con voz de padre y yo, obediente, vuelvo.
Banquetes exhuberantes; charlas amenas con personas muertas; el sudar miedo en frentes de guerra sintiendo en algún momento el cálido abrazo del plomo; vivir en estado gaseoso; ser invisible o un hombre lobo; estar sentado en la luna comiendo un helado mirando al universo.
Es Ariadna tirando de la soga a Teseo, quien está atado del cuello.
Volar en aviones de yeso que se vuelven enormes gorriones; gritar verdades a los cuatro vientos mientras quienes las oyen se transforman en bolsas de caramelos; danzar desnudo en medio del fuego; cantar en belga con tritones a seiscientos kilómetros bajo el agua; ganarle en el balero a Muhammad Ali; ser uno de los X-men; sembrar árboles de gomitas.
Es un Caronte chillón que me lleva, por el Estigia, a la vigilia.
Tirado en un colchón de a diez; escuchar a mis amigos desafinando temas de Arjona a todo pulmón; ser el héroe de una epopeya mítica; charlar sobre Mescalito con Don Juan en el desierto; tomar vino del cráneo de un mono; padecer terrores; rememorar viejos amores y hasta a alguno pedirle perdón; tener el pelo largo hasta los pies o de mil colores.
Soy rata hechizada por la flauta, conducida a la realidad cotidiana.
Entonces, despertar a qué, despertar a dónde; si estoy más despierto en mis sueños siendo parte de un Todo que en la vigilia, desnudo y ciego; donde mi voz pesa, férrea, y mis palabras se hunden en el suelo; donde los sentidos se embotan, distraídos, y nos alejan de la auténtica percepción del mundo; donde aplastados por la mochila de los prejuicios no podemos viajar con comodidad y soltura.
Si para esto se está despierto, yo prefiero seguir soñando.
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